Nació en San Nicolás de los Arroyos en 1895 y falleció en Buenos Aires en noviembre de 1978. Utilizó el seudónimo Ret Sellawaj para sus trabajos de ilustrador de portadas y libros con xilografías, linograbados, ex libris y dibujos. En términos ideológicos, Ballester, de joven, militó en el anarquismo y colaboró con sus xilografías en los periódicos de ese movimiento. Con el tiempo, así como su pintura se mantuvo en estado de permanente renovación, sus ideas describieron un arco mayor hasta conducirlo a plasmar imágenes de fuerte acento religioso. Aparecieron en sus obras ángeles y vírgenes de extraordinaria calidad plástica, en algunos casos, las vírgenes habían sido tratadas con dorado a la hoja como lo hacían los primitivos italianos y los bizantinos. Concomitantemente, al grupo de sus amistades se incorporaron intelectuales católicos de la época como dell’Oro Maini, Leopoldo Marechal, Bernárdez o Jacobo Fijman, el poeta de los ángeles. Sin duda fueron estas últimas realidades las que llevaron al siempre sagaz José León Pagano a calificar a Ballester de místico en su Historia del arte de los argentinos. Respetando tan autorizado juicio es posible hablar, como lo hacía Ballester, de una inclinación religiosa, sin alcanzar el grado de lo místico; aunque, por cierto, podría decirse que todo arte tiene algo de místico. Desde su primera etapa bien representada por el retrato de su hijo hasta sus últimos paisajes pampeanos, lo que está presente en sus imágenes es su amor sin desmayos por la tarea artística que buscaba realizar con la mayor solvencia posible. Basta contemplar esa última etapa para calibrar su sabiduría plástica, los horizontes que separan lo oscuro de lo claro con una línea intermedia de medio tono que salva sus atrevidas composiciones. Se trata de un artista que siempre corrió riesgos. Fue el primer escenógrafo criollo del Colón con brillantez equiparable. Los grabados, como el retrato de Forner, muestran un alma sabia y recia. Rafael Squirru, Diario La Nación, Buenos Aires, 1997.